Barcelona Inerme

Barcelona es una ciudad cosmopolita, abierta y de gran cohesión social debido grado de integración de la ciudadanía a su comunidad. La capital catalana se encuentra entre las mejores ciudades del mundo en las clasificaciones de calidad de vida, seguridad y equidad. Es una ciudad para el buen vivir, de clima mediterráneo, con impresionantes obras de arquitectura medieval y modernas, acogedoras zonas verdes, hermosos monumentos y barriadas que invitan a recorrerlas.  Gracias a su privilegiada situación territorial, a orillas del mar Mediterráneo, se disfruta de un clima agradable. Vivir en Barcelona es sinónimo de  calidad de vida.

La ciudad Condal, con una población cercana al millón setecientos mil es la que habitualmente recibía más turismo extranjero en España, en año 2022 recibió 9,7 millones de turistas y quedó en 2ª posición al ser superada por Madrid. A nivel internacional ocupó la novena posición entre las ciudades más visitadas. El gasto de los turistas durante su estancia fue de 7.600 millones de euros, constituyéndose en el principal motor económico de la ciudad.

A pesar de los esfuerzos de las autoridades públicas en la construcción de obras de infraestructura que permita mejorar la vialidad vehicular y peatonal, buena parte del atractivo turístico de la ciudad está en riesgo de perderse ante la mirada cómplice o al menos indiferente de sus autoridades, compartida por el sector político y los medios de comunicación, sobre dos problemas que agobian a sus ciudadanos: los grafitis y los okupas.

En el caso de los grafitis es importante aclarar que al calificarlo como problema nos referimos al hecho vandálico y no a la expresión cultural, la cual se caracteriza por tres elementos fundamentales: originalidad, crítica social y alto valor pictórico, a las cuales se puede añadir autorización del responsable del espacio y utilización de técnicas no dañinas para el medioambiente.

La originalidad se refiere a la capacidad del mensaje para llamar la atención y para identificar al grafitero por su estilo. Por su parte, la Crítica Social se vincula con la protesta o rebeldía que el autor plasma en una creación libre sin afear o estropear el espacio utilizado. Finalmente, el valor pictórico está relacionado con el uso del color, los elementos compositivos, perspectiva, etc.

Al contrario de los grafitis vandálicos, los artísticos debe ser estimulados y una forma de hacerlo sería ofrecer espacios efímeros donde sean expuestos al público y un jurado los evalúe premiando a los mejores, los cuales pueden exhibirse en un lugar permanente junto con los comentarios del jurado valuador.

Con preocupación vemos como el grafiti vandálico invade múltiples espacios, públicos y privados sin autorización de sus propietarios o administradores afeándolos y transformando la apariencia de la  ciudad en algo hostil que genera el rechazo de sus habitantes y visitantes. Sorprende la rápida proliferación de estos grafitis que en forma agresiva atentan contra la imagen de la ciudad generando la impresión de descuido, vandalismo, y falta de autoridad.

En la ciudad es prácticamente imposible encontrar una persiana metálica, paredes, vidrios, etc., que no haya sido víctima de este tipo de vandalismo. Cuando salimos de la ciudad se puede apreciar la magnitud del problema, en paredes, túneles, y hasta en el propio metro. Algunos comerciantes para no tener paredes o persianas metálicas afectadas por el grafiti vandálico decidieron protegerla con un grafiti artístico, el cual extrañamente es respetado por los vándalos.

El grafiti vandálico es un delito contra la propiedad pública y privada, que está fuera de control de las autoridades barcelonesas y que, de continuar así, originará otros problemas como violencia, pérdida de cohesión social y por ende de calidad de vida, así como desmotivación del turismo. Lo bueno es que es relativamente fácil su erradicación, cuando hay voluntad para hacerlo, lo cual se puede apreciar en otras ciudades europeas como Praga o incluso españolas, en las que no se percibe su presencia con la misma intensidad que en Barcelona.

Muros, puertas, persianas metálicas, bancos, vallas, vidrieras, túneles, estaciones del metro y hasta las tuberías son afectadas, pocas son las cosas que escapan a esta forma de vandalismo que atenta contra el ornato y la belleza de la ciudad así como al  bolsillo de los afectados directamente. Su erradicación incumbe a toda la sociedad y especialmente a las autoridades responsables de combatir al vandalismo.

El caso de los okupas también es preocupante, especialmente por la alta frecuencia con que viene ocurriendo. Para el 2022 Barcelona fue la ciudad con más viviendas okupadas con un total de 5.800, seguida de lejos por Madrid con 1.400. Catalunya es la comunidad que registró más ocupaciones: 7.500, que suponen el 42 % de todas las ocupadas en España.

Es loable la intención de proteger al menos favorecido, pero es necesario distinguir entre quienes ocupan viviendas por necesidad y quienes lo hacen como un negocio porque la administración de las leyes se los permite. El estado está en la obligación de solucionar este conflicto social y ético, le añadimos lo ético debido a que cuando se protege al supuestamente menos favorecido, se vulneran los derechos de los legítimos propietarios y en la escala de valores el respeto, en este caso de la propiedad, está por encima de la solidaridad y de la equidad.

La ocupación ilegal de una vivienda es una flagrancia y en estos casos, tanto los agentes de la policía como los testigos pueden capturar al individuo que acaba de infringir la ley con la finalidad de que se realice la investigación correspondiente por los hechos y presentarlo ante el juez responsable, que ante la evidencia puede actuar rápidamente.

Las consecuencias de no atender en forma debida el problema de los okupa ya se vislumbran: enfrentamientos sociales, anarquía, irrespeto a las leyes, etc., lo cual conforma un coctel muy peligroso que atenta contra la armonía y la tranquilidad de las personas. Lamentablemente la ciudadanía en estos casos se encuentra inerme, dependiendo solo de las autoridades para su solución.

Edmundo Pimentel

El Índice del Capital Humano: Una mirada desde lo social y lo estadístico.

El autor, Edmundo Pimentel, es estadístico, profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela, investigador en el área social y consultor de empresas.

En el pasado mes de octubre, en la isla de Bali (Indonesia), el Banco Mundial (BM) presentó un nuevo indicador del potencial de una sociedad denominado Índice de Capital Humano. Cerca de 30 países piloto están trabajando con el grupo de investigadores del Banco Mundial en enfoques estratégicos para transformar sus resultados en materia de capital humano.

Según lo expresa el BM, el capital humano consiste en los conocimientos, las habilidades y la salud que acumulan las personas durante toda su vida, y que les permite realizar su potencial como miembros productivos de la sociedad. Con el desarrollo del capital humano se puede poner fin a la pobreza extrema y crear sociedades más productivas. Para ello es necesario invertir en las personas (en su nutrición, atención de salud, educación de calidad, empleo y competencias).

El Índice de Capital Humano (HCI por sus siglas en inglés) pretende reflejar la productividad que tendría, en las condiciones donde vive un niño recién nacido, como trabajador futuro, comparada con la de esa misma persona si tuviera una salud plena y una educación completa y de alta calidad.

En total, se han analizado 157 países, en los que el BM ha estudiado la cantidad y calidad de educación que se ofrece a los niños, así como la tasa de mortalidad entre los menores de 5 años. También considera la tasa de retraso en el crecimiento entre los jóvenes (una medida que muestra cuán sano es un niño) y las posibilidades de que alguien al cumplir los 15 años viva al menos hasta los 60 (tasa de supervivencia adulta).

Se prevé que este proyecto ayudará a crear un espacio político para que los líderes de cada país prioricen las inversiones transformativas en el capital humano. El objetivo es avanzar rápidamente para lograr un mundo en el que todos los niños lleguen a la escuela bien nutridos y en condiciones de aprender, que tengan la expectativa de alcanzar el aprendizaje real en el aula, y que puedan ingresar al mercado de trabajo como adultos sanos, cualificados y productivos.

El costo de la inacción en lo que respecta al desarrollo del capital humano está aumentando. Sin capital humano, los países no podrán mantener su crecimiento económico, no contarán con una fuerza laboral preparada para los empleos de mayor cualificación del futuro y no podrán competir eficazmente en la economía mundial.

El Voto Castigo

El autor, Edmundo Pimentel, es estadístico, profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela, investigador en el área social y consultor de empresas.

Conocer qué mueve o motiva el comportamiento de los votantes en una coyuntura o contexto electoral es una interrogante que ha estado presente durante muchos años en las indagaciones, no sólo de las empresas de demoscopia, sino también de otras disciplinas científicas como la sociología, la antropología, la psicología y la mercadotecnia política; pero sobre todo, de los políticos y candidatos que durante los procesos electorales tratan de incidir o generar ciertos efectos en la conducta y comportamiento de los ciudadanos.

En unas elecciones democráticas el voto castigo es aquél que se le niega al partido político o candidato que había sido apoyado anteriormente, con el fin, de sancionar su mala gestión o por promover políticas con las cuales se está en desacuerdo, tratando de impedirle el acceso a una nueva representación política.

El voto castigo se manifiesta votando al adversario o a un partido opositor al que se desea castigar. Se verifica cuando se advierte una merma notable del caudal electoral de un candidato o partido, en comparación con la elección anterior, luego de un período de gestión.

El voto castigo es consecuencia del hartazgo y disgusto que causan los escándalos de corrupción gubernamental, la inflación, la escasez, la mala gestión de los servicios públicos, los crímenes, la impunidad, las injusticias y la violencia que provocan un preocupante hastío social ante todo aquello que se relacione con las líneas políticas de los gobiernos en ejercicio.

Este voto es una válvula de escape, que generalmente se decanta hacia el discurso populista, la promesa casi providencial de un mesías que promete salvarnos de los abusos de las administraciones pasadas con una retórica nacionalista que conmueve y un discurso revanchista. El populismo surge como una opción atractiva contra el sistema tradicional. Pero es peligroso. Se apodera de las fibras sociales más sensibles explotándolas en su beneficio como estrategia en la búsqueda del poder y luego para mantenerlo.

El hartazgo de la sociedad, constituye el caldo de cultivo adecuado para que el populismo tenga posibilidades de triunfar en unas elecciones democráticas. El fastidio generalizado ante el gobierno, sus políticos, instituciones y pocas garantías; hace que los ciudadanos consideren votar por un discurso demagógico, antes que seguir en la mala administración que ya conoce.
El populismo se puede definir como una estrategia política para acceder al poder y ejercer una forma de gobierno basada en un fuerte liderazgo ejercido por una persona carismática, con propuestas demagógicas, nacionalistas, de igualdad social y movilización popular. En su prédica predomina la polarización de la sociedad y el claro predominio de los argumentos emocionales sobre los racionales. Hasta el presente no existe una definición consensuada o completa de esta estrategia para tomar el poder y tratar de conservarlo.

El populismo es una tendencia creciente, de la cual casi ningún país escapa debido a la tentación que experimentan los gobernantes de hacer ofrecimientos que resulten atractivos para el pueblo, con alto contenido de un componente manipulador y demagógico. De hecho, los términos demagogia y populismo se consideran sinónimos, pues ambos se refieren la intención de atraer las simpatías de los electores con propuestas de mejorar su condición social y económica pero que esconden intereses ocultos y que en muchos casos no podrán implantarse.

El gran beneficiario del voto castigo ha sido el populismo y la realidad histórica de nuestros países permite concluir que el castigo resultó autoinflingido. Esta estrategia de acceder al poder tiene mayores posibilidades en las sociedades con escasa formación ciudadana y bajos niveles de participación social, es por ello que para combatirla se debe aumentar la dosis de cultura ciudadana y de participación social.

El Índice del Capital Humano: Una mirada desde lo social y lo estadístico.

El autor, Edmundo Pimentel, es estadístico, profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela, investigador en el área social y consultor de empresas.

En el pasado mes de octubre, en la isla de Bali (Indonesia), el Banco Mundial (BM) presentó un nuevo indicador del potencial de una sociedad denominado Índice de Capital Humano. Cerca de 30 países piloto están trabajando con el grupo de investigadores del Banco Mundial en enfoques estratégicos para transformar sus resultados en materia de capital humano.

Según lo expresa el BM, el capital humano consiste en los conocimientos, las habilidades y la salud que acumulan las personas durante toda su vida, y que les permite realizar su potencial como miembros productivos de la sociedad. Con el desarrollo del capital humano se puede poner fin a la pobreza extrema y crear sociedades más productivas. Para ello es necesario invertir en las personas (en su nutrición, atención de salud, educación de calidad, empleo y competencias).

El Índice de Capital Humano (HCI por sus siglas en inglés) pretende reflejar la productividad que tendría, en las condiciones donde vive un niño recién nacido, como trabajador futuro, comparada con la de esa misma persona si tuviera una salud plena y una educación completa y de alta calidad.

En total, se han analizado 157 países, en los que el BM ha estudiado la cantidad y calidad de educación que se ofrece a los niños, así como la tasa de mortalidad entre los menores de 5 años. También considera la tasa de retraso en el crecimiento entre los jóvenes (una medida que muestra cuán sano es un niño) y las posibilidades de que alguien al cumplir los 15 años viva al menos hasta los 60 (tasa de supervivencia adulta).

Se prevé que este proyecto ayudará a crear un espacio político para que los líderes de cada país prioricen las inversiones transformativas en el capital humano. El objetivo es avanzar rápidamente para lograr un mundo en el que todos los niños lleguen a la escuela bien nutridos y en condiciones de aprender, que tengan la expectativa de alcanzar el aprendizaje real en el aula, y que puedan ingresar al mercado de trabajo como adultos sanos, cualificados y productivos.

El costo de la inacción en lo que respecta al desarrollo del capital humano está aumentando. Sin capital humano, los países no podrán mantener su crecimiento económico, no contarán con una fuerza laboral preparada para los empleos de mayor cualificación del futuro y no podrán competir eficazmente en la economía mundial.

Después que el presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim, anunciara el Proyecto de Capital Humano, líderes mundiales se reunieron en la ciudad de Washington para debatir cuán importante, crítico y urgente es invertir en las personas para preparar a los países para la economía del futuro.

En un animado diálogo moderado por Ali Velshi de NBC News y MSNBC, el Dr. Kim junto a Bill Gates, fundador principal de Microsoft y copresidente de la Fundación Gates, así como Penny Mordaunt, secretaria de Estado para el Desarrollo Internacional del Reino Unido, abogaron por la inversión en la gente.

En el actual contexto de rápidos cambios en la tecnología y en el mercado laboral, los oradores plantearon la importancia de invertir en las personas (en su educación, salud, nutrición y protección social y en empleos) es la manera de proceder más eficaz y eficiente para alcanzar el desarrollo. Concluyeron que desarrollar el capital humano es de hecho un proyecto para el mundo, en que deben mancomunarse los esfuerzos de donantes, responsables de políticas y ciudadanos por igual.

En el debate acerca del futuro del trabajo ha predominado el temor de que las personas pierdan sus trabajos debido a los robots, pero en el informe se concluye que en general este temor parece ser infundado. El trabajo es objeto de constantes configuraciones nuevas con los avances tecnológicos. Las empresas adoptan nuevas formas de producción, los mercados se amplían y las sociedades evolucionan. En general, la tecnología proporciona oportunidades para crear nuevos empleos, aumentar la productividad y prestar servicios públicos eficaces.

En el proceso, sin embargo, la tecnología está cambiando las habilidades que son recompensadas en el mercado laboral. La tecnología ha reducido de manera desproporcionada la demanda de trabajadores menos cualificados, aumentando al mismo tiempo el valor de las habilidades cognitivas de orden superior. Para desarrollar las habilidades que demanda el mercado laboral se necesitan bases del capital humano sólidas y aprendizaje permanente. El informe pone énfasis en que invertir en el capital humano debe ser una prioridad para aprovechar al máximo la naturaleza cambiante del trabajo.

Según el Banco Mundial, el Proyecto de Capital Humano ayudará a los países a abordar los obstáculos más grandes al desarrollo del capital humano, aplicando un enfoque a nivel de «todos los organismos gubernamentales». Se ha comenzado a trabajar para apoyar a alrededor de 30 países que han expresado un gran interés y se incluirá a más naciones en los próximos meses.

El BM sostiene que el HCI, presentado el 11 de octubre de 2018, permitirá cuantificar la contribución de la salud y la educación a la productividad y los niveles de ingresos de la próxima generación. Los países pueden usarlo para determinar el monto del ingreso cesante por causa de las brechas de capital humano, y con cuánta mayor rapidez puede convertir estas pérdidas en ganancias si actúan ahora.

El HCI pretende mostrar la situación real de la educación, el empleo, las tendencias demográficas y reservas de talento sin explotar de cada país. Ordena 124 países con respecto al nivel de desarrollo y despliegue de su capital humano, centrándose en la educación, las cualificaciones y el empleo. Su objetivo es entender si los países están aprovechando o no su potencial humano .

Para su cálculo del HCI se requiere un sistema convincente de medición de los resultados en materia de educación y salud a nivel local, nacional y mundial. Dentro de los países, la medición genera información acerca de lo que da resultado y del destino que debe darse a los recursos. A nivel mundial, la medición integral permite determinar las diferencias entre los países e impulsa la demanda de inversiones en las personas.

Por su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desarrolló y presentó en el Informe sobre Desarrollo Humano iniciado en 1990, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual mide el avance conseguido por un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: el disfrute de una vida larga y saludable, acceso a educación adecuada y un nivel de vida digno.

El IDH es la media geométrica de índices normalizados que miden los logros en cada dimensión, y utiliza diversos indicadores para su cálculo: esperanza de vida al nacer, años promedio de escolaridad y años esperados de escolarización e ingreso familiar disponible o consumo per cápita; es por tanto una medida comparativa de la esperanza de vida, la alfabetización, la educación y el nivel de vida correspondiente a países de todo el mundo. Se utiliza para distinguir si un país es desarrollado, en desarrollo o subdesarrollado, y también para medir el impacto de las políticas económicas sobre la calidad de vida.

En las imágenes que se insertan a continuación se muestran la distribución de los países según el Índice de Capital Humano y según el índice de Desarrollo Humano.

Distribución de los Países Según el Índice de Capital Humano

Según los resultados obtenidos en el IDH, los países se clasifican en cuatro categorías de desarrollo humano: 1) muy alto, 2) alto, 3) medio y 4) bajo. Desde el informe de 2010, la clasificación está basada en cuartiles, de modo que se divide en cuatro partes de los 188 países representados.

Distribución de los Países Según el Índice de Desarrollo Humano

Discusión
Como se desprende da las definiciones de ambos indicadores las dimensiones que miden son muy similares aunque las fórmulas de cálculo difieran es de esperarse que entre ellos exista una correlación positiva. Para corroborar esta hipótesis analizaremos la data de algunos países americanos.

Seguidamente se presenta una lista de los principales países del continente americano donde se muestra el IDH publicado el 14 de septiembre de 2018, así como el Índice de Capital Humano y otros indicadores de relevancia.

Para establecer la relación entre el IDH y el ICH se construyó un modelo de regresión múltiple, donde la variable a ser explicada es el IDH y como variables independientes se incluyeron el ICH, el SMI, %G.Militar, el GE/hab y él %PIB/Educ.

Los resultados de esta investigación preliminar permitieron establecer que el gasto militar y el salario mínimo interpersonal no tienen relación significativa con el IDH. Las variables que explican el comportamiento del IDH son el ICH, el PIB en Educación y el Gasto por habitante en educación, estas variables explican el 90.5% del IDH como se muestra en el cuadro que se inserta a continuación:

El resultado más sorprendente fue que el coeficiente de regresión del porcentaje del PIB como gasto en educación resultó negativo, lo cual indica que en la medida que este gasto aumenta el IDH disminuye, este resultado es contradictorio con la teoría y sugiere la necesidad de revisar las cifras suministradas.

En virtud de los resultados expuestos, se corrobora la hipótesis de que ambos indicadores se encuentran altamente correlacionados y que las variables que miden el gasto en educación están relacionadas con su comportamiento

El Desarrollo Humano y la Conciencia Cívica

El autor: Edmundo Pimentel es profesor emérito de la UCV,  Coordinador del CEVAD, investigador en el área social y económica y asesor de empresas.

El Desarrollo Humano

El Desarrollo Humano (DH) es el proceso mediante el cual una sociedad mejora las condiciones de vida de sus miembros incrementando la disponibilidad de los bienes que requieren para cubrir sus necesidades básicas y complementarias, en un entorno social en el que respeten los derechos humanos de todos ellos.

El DH va mucho más allá del aumento o la disminución de los ingresos de un país. Comprende la creación de un entorno en el que las personas puedan desarrollar su máximo potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa de acuerdo con sus necesidades e intereses en el marco de valores sociales. Considera los niveles de participación social, de oportunidades de decisión, de dignidad, de acceso a la salud y a la educación, así como el acceso a los recursos necesarios para obtener un nivel de vida digno.

Un componente esencial dentro del marco de los valores sociales lo constituye la Libertad, la cual es fundamental para desarrollar nuestras capacidades y ejercer nuestros derechos. Las personas deben ser libres para hacer uso de sus opciones y participar en la toma de decisiones que afectan sus vidas. El desarrollo humano y los derechos humanos se reafirman mutuamente y ayudan a garantizar el bienestar y la dignidad de todas las personas, forjar el respeto propio y el respeto por los demás.

El DH depende fundamentalmente de las ideas, valores, prácticas, relaciones e instituciones comunitarias y sociales en las que crece la persona, la escuela incluida. Las ideas y valores (la cultura) de la comunidad funcionan como expectativas que la persona debe aprender, es decir interiorizar por medio de la interacción social. Las expectativas sociales se convierten en necesidades, intereses y capacidades que nos definen como seres humanos.

El DH se mide mediante el Índice de Desarrollo humano (IDH) el cual es un indicador creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con el fin de determinar el nivel de desarrollo que tienen los países del mundo.  Fue ideado con el objetivo de conocer, no sólo los ingresos económicos de las personas en un país, sino también para evaluar si el país aporta a sus ciudadanos un ambiente donde puedan desarrollar sus proyectos y condiciones de vida.  Para esto, el IDH tiene en cuenta tres variables:

  • Esperanza de vida al nacer. Analiza el promedio de edad de las personas fallecidas en un año.
  • Educación. Recoge el nivel de alfabetización adulta y el nivel de estudios alcanzado (primaria, secundaria, estudios superiores), donde están incluidos los componentes alfabetismo y tasa combinada de matrícula.
  • PIB per Cápita (a paridad de poder adquisitivo). Considera el producto interno bruto per cápita y evalúa el acceso a los recursos económicos necesarios para que las personas puedan tener un nivel de vida decente.

El IDH toma valores entre 0 y 1,  siendo 0 la calificación más baja y 1 la más alta. Con estos resultados el PNUD clasifica a los países en tres grandes grupos:

  • Países con Muy Alto desarrollo Humano (“High Human Development”). Tienen un IDH mayor de 0,80.
  • Países con Alto desarrollo Humano (“High Human Development”). Tienen un IDH mayor o igual de 0,70 y menor de 0,80
  • Países con Medio desarrollo Humano (“Medium Human Development”). Tienen un IDH mayor o igual de 0,50 y menor de 0,70
  • Países con Bajo desarrollo Humano (“Low Human Development”). Tienen un IDH menor de 0,50.

Algunas de las falencias que muchos autores le critican al IDH son la no consideración de los niveles de desigualdad social, ni la calidad de la educación. Tampoco se consideran en su medición las carencias de la población, la calidad y disponibilidad de los servicios públicos, el abastecimiento de medicinas y alimentos, los niveles de ingreso en comparación con el costo de la canasta familiar, así como la independencia y eficiencia de los poderes públicos.

Su gran virtud es que constituye una metodología que se aplica a todos los países por igual, sobre la base de la información que dichos países suministran y que no se basa en forma exclusiva  el criterio del PIB.

El informe sobre Desarrollo Humano 2018 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), publicado el 14 de septiembre de 2018 muestra una lista de países de América Latina clasificados por Índice de Desarrollo Humano, en la cual se pueden percibir los efectos de las falencias antes mencionadas.

La Conciencia Cívica
La conciencia moral y ética es la capacidad para sentir, juzgar, deliberar (argumentar) y actuar conforme a nuestros valores morales en forma coherente, persistente y autónoma. El juicio moral es el conjunto de criterios que nos permite diferenciar lo bueno de lo malo; lo justo de lo injusto; lo honesto de lo deshonesto; etc. Esta capacidad que permite apreciar las acciones o relaciones humanas a la luz de un valor moral, es lo que denominamos civismo.

El civismo es una actitud que incita al cumplimiento de los deberes y obligaciones hacia la comunidad a la cual se pertenece. Supone la observación de unas pautas mínimas de comportamiento social que permiten a los seres humanos vivir en colectividad. Las bases que propone esta conducta social son el respeto hacia el prójimo, hacia el entorno natural, hacia los objetos y las instituciones públicas, la buena educación, la urbanidad y la cortesía.

Es el comportamiento de la persona que cumple con sus deberes ciudadanos, respeta las leyes y contribuye así al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los demás miembros de la comunidad.

El civismo lo definiremos como: el conjunto de actitudes morales, que entrañan postulados éticos fundamentales, necesarios para hacer posible, o mejor, para hacer más agradable la vida en común. Los valores morales fundamentales son: Libertad, Justicia, Responsabilidad, Respeto, Solidaridad, Equidad y Tolerancia.

Las normas del civismo son diferentes en cada país aunque en la mayoría tienen la misma función: respetarse mutuamente para tener una convivencia agradable. Se puede entender como la capacidad de saber vivir en sociedad respetando y teniendo consideración al resto de individuos que la conforman, siguiendo unas normas de conducta y de educación, que varían según la cultura del colectivo en cuestión.

La conciencia cívica, es la conciencia ciudadana nos lleva a pensar que la solución de los problemas sociales son responsabilidad de todos, independientemente de cuál sea la causa de su origen. Si andamos mal socialmente, culpamos al gobierno o a las autoridades, sin tomar conciencia de que tenemos la obligación de participar en la solución de los problemas, porque de una o de otra manera también somos parte de la causa de lo que nos sucede y sin nuestro concurso las soluciones son más complicadas o inexistentes.

Muchos de los problemas que aquejan a la sociedad se deben fundamentalmente a la falta de conciencia de la población, así como los abusos que cometen las clases gobernantes, amparándose en la desinformación y en que la gente ignora lo que ocurre, por lo cual menosprecian y subestiman a los sectores agraviados, que en ocasiones elevan su protesta buscando su apoyo y que por lo general son repulsados y olvidados.

Es indudable que no existe la debida conciencia cívica en la ciudadanía y que esa falta de conciencia no solo se manifiesta en la población sino que además sirve de peldaño para que grupos inescrupulosos escalen a las alturas del poder, y desde arriba actúen a su antojo para atender prioritariamente sus problemas personales o de los de su parcialidad política.

El civismo es una de las tres dimensiones que constituyen el constructo psicológico denominado Capital Social (CS), el cual según la opinión de muchos autores representa el factor clave para el logro del desarrollo humano. Constituye el un postulado sobre el desarrollo económico que no ha sido rebatido por los estudios empíricos sobre el tema.

El capital social impacta en el crecimiento económico, que no sólo depende de los recursos naturales y del capital humano y físico de una economía, sino también de la calidad de sus instituciones y su tejido social, lo cual puede ser la respuesta a la pregunta ¿Porqué países con grandes riquezas naturales no han logrado desarrollar su economía? La evidencia empírica prueba el capital social genera efectos positivos sobre la salud, la eficacia y eficiencia de los procesos productivos y el bienestar de las personas. Numerosos estudios empíricos demuestran una asociación positiva entre bienes relacionales y la salud, felicidad y satisfacción por la vida.

Una sociedad basada en la confianza y en relaciones amplias y sólidas impacta favorablemente en situaciones adversas, permitiendo la superación de crisis y desastres con mayor rapidez y facilitando el ingreso de desocupados al mercado laboral.

El adecuado uso de los recursos sociales e institucionales, sumado a la confianza entre los agentes económicos, potencia y promueve la asociación entre empresas, facilita el acceso al financiamiento y permite la difusión de información y tecnología. Incluso, algunos economistas proponen que se considere la dotación de capital social en los modelos de crecimiento.

El Capital Social y sus Orígenes
En la primera década de los años 2000, el 20% de los países más desarrollados poseían riquezas 150 veces superiores a las del 20% de los países más pobre. El PIB de esos países industrializados representaba el 86% del PIB mundial y sus exportaciones equivalían al 82% del total de las exportaciones mundiales.

A pesar del vigoroso impulso que experimentó el PIB mundial en el último cuarto de siglo, la pobreza siguió creciendo, ejerciendo sus efectos devastadores sobre inmensas regiones del mundo, hasta el punto que la quinta parte de la población mundial vive en condiciones de pobreza extrema.

Varias teorías trataron de explicar el desarrollo: Teoría de la Modernización (En los 60), Teoría de la Dependencia (De los 50 a los 70), Teoría de los Sistemas Mundiales (En los 70 y 80), Teoría de la Globalización (En los 90). Hasta la década de los setenta persistió la “teoría del derrame”, que postuló que los frutos del crecimiento económicos se derramarían sobre la población para elevar su nivel de vida, los efectos de este postulado permitieron a Amartya Sen concluir: El desarrollo económico aunque deseable, no necesariamente implica desarrollo social, es decir no constituye una condición suficiente.

Debido al fracaso de los postulados macro económicos de la economía ortodoxa, que durante las últimas cinco décadas se han propuesto en la lucha contra la pobreza, los investigadores han vuelto sus miradas a los trabajos pioneros rescatados por Boerdieu, Coleman y Putman a principios de la década de los setenta, referidos al Capital Social, como un valioso factor para el desarrollo social.

En el convulsionado ambiente que imperaba en Italia a finales de 1970 el Gobierno Italiano decidió desempolvar una vieja ley que le confería más autonomía a los gobiernos regionales, transfiriéndoles mayores competencias. En ese momento se encontraba en Italia Robert Putnam, acreditado investigador de las universidades de Harvard y de Michigan, quien percibió ese hecho como una ocasión especial para realizar un estudio sistemático, a largo plazo, sobre cómo se desarrollan las instituciones y se adaptan a su entorno social. Además tenía un interés especial en investigar que diferenciaba a las poblaciones ricas del norte de la península de las pobres ubicadas en el sur.

Las investigaciones empíricas de Putnam contaron con el apoyo de las Universidades de Michigan y Harvard, así como de otras importantes instituciones americanas y europeas, en ellas participaron prestigiosos investigadores de ambos continentes y se basaron en extensas indagaciones sobre la evolución histórica de Italia, así como sobre el desempeño de los gobiernos regionales de ese país. Se iniciaron en 1970 y le tomaron casi un cuarto de siglo.

En sus investigaciones Putnam encontró que entre las principales causas del mayor desarrollo alcanzado por las poblaciones del norte de Italia, en relación con las del sur de la península, algunas de dichas causas eran atribuibles a variables que no habían sido consideradas en los enfoques macro económicos convencionales realizados hasta ese momento, entre las que destacan: el grado de confianza interpersonal y en las instituciones, la madurez de la conciencia cívica, la riqueza del tejido social expresada a través de la organizaciones sociales de mutuo apoyo para resolver la problemática común y la preservación de los valores éticos. Estos hallazgos fueron publicados en su muy conocida obra “Para Hacer que la Democracia Funcione”, en el año 1993.

Estas dimensiones sobre las que en la actualidad parece existir un amplio consenso en que constituyen el sustento del desarrollo socio económico (Confianza, Asociatividad y Civismo), son las componentes del capital social tal como lo han expresado Putnam (1993) y Coleman (1990), constituyendo la base de una definición que posibilite la operacionalización del concepto Capital Social Cognitivo.

Definición del Capital Social
Operativamente se considerará al Capital Social Cognitivo como un constructo psicológico conformado por la comunalidad de las dimensiones psicológicas: Confianza, Asociatividad y Civismo.

Al definirse operativamente al constructo Capital Social Cognitivo como la comunalidad de las dimensiones Confianza, Asociatividad y Civismo hemos definido una parte importante del modelo de medición y su variabilidad. Por otra parte esta definición operativa elimina la posibilidad de la existencia de CS negativo al exigir la presencia de la dimensión Civismo. La definición operativa de CS puede representarse gráficamente mediante el diagrama de Vemn que se muestra en la imagen que se inserta  más abajo:

Al decir que el CS constituye la comunalidad de tres dimensiones, se está exigiendo que dichas actitudes y aptitudes estén presentes simultáneamente en la población investigada, en mayor o menor grado, pero con un nivel que resulte significativo para detectar su presencia.

En otras palabras la ausencia de cualquiera de dichas dimensiones significará inexistencia de CS. Así, en una comunidad donde estén presentes las dimensiones Confianza y Civismo, pero carezca de Asociatividad, habrá inhibiciones para conformar organizaciones económicas y sociales que impulsen su desarrollo hacia niveles superiores de calidad de vida.

Si la dimensión que falta es Confianza esto repercutirá en una falta de eficiencia, dinamismo y capacidad de adaptación de las organizaciones, que se verán compelidas a implantar normas contractuales y sistemas de controles que además de entorpecer la gestión, elevan los costos transaccionales.

La carencia de Civismo, estando presenta las otras dos dimensiones, puede acarrear asociaciones no deseadas (por ejemplo mafias o cárteles de la droga) que persigan objetivos contrarios al bienestar común, lo cual disminuirá la confianza y la Asociatividad, obstaculizando el desarrollo económico y social.

 

El Fanatismo

El siguiente artículo fue escrito por Edmundo Pimentel, estadístico, magyster en análisis de datos, docente de la UCV, consultor de empresas e investigador en el área social

Vivimos tiempos donde se ven por todas partes, posturas radicalizadas, fundamentalistas y fanatismos de toda índole. En la política, en la religión, en el deporte, en la educación, y en un sinfín de ámbitos de la vida social nos encontramos con una atrofia del pensamiento, que enferma a las personas e impide el diálogo social y la construcción de miradas más amplias sobre la realidad.
Muchos filósofos y analistas sociales coinciden en que el clima de nuestra época está marcado por la búsqueda de seguridad, de certezas y de identidad. Crecen toda clase de grupos intolerantes que se aplauden a sí mismos y no escuchan a quien tenga un matiz de discrepancia; hablan para sí mismos y para convencer a sus ya convencidos. Esta clase de fanatismos se ven tanto en política como en religión.

Definición

Es una actitud o actividad que se manifiesta con pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz en defensa de una idea, teoría, cultura, estilo de vida, etc. El fanático es una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias y opiniones, también es aquel que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo.​

El sufijo ismo hace referencia a una doctrina, a una creencia en particular. Por otra parte, el término fan hace alusión a un seguidor más bien entusiasta de una persona o cosa en particular.

El fanatismo fue definido por el filósofo Francesc Torralba como “miopía espiritual”, porque se confunde la propia percepción de la realidad con una verdad universal que debe ser aceptada por todos.

El fanatismo, en muchas ocasiones, rompe las barreras de la racionalidad y lleva a las personas a tomar acciones que pueden atentar incluso contra el sentido común. Es importante aclarar que la persona fanática es muy distinta de un seguidor fiel o de aquellos que poseen un gusto muy marcado sobre determinada persona o cosa.

El psicólogo Tõnu Lehtsaar[1] ha definido el término fanatismo como la búsqueda o defensa de algo de una manera extrema y apasionada que va más allá de la normalidad. El fanatismo religioso se define por la fe ciega, la persecución de los disidentes y la ausencia de la realidad.​

El fanatismo supone una adhesión incondicional a una causa. La mencionada ceguera que produce el apasionamiento lleva a que el fanático se comporte, en ocasiones, de manera violenta e irracional. El fanático está convencido de que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones de los demás.

De esta manera, podríamos determinar que el fanatismo se sustenta o identifica por cinco principales señas de identidad: el deseo de imponer sus propias ideas, el despreciar a quienes son diferentes, el basarse en una serie de ideas que son incuestionables, el tener una visión “cuadriculada” de las cosas pues todo es blanco o negro, y finalmente el carecer por competo de todo espíritu crítico.

Hoy en día se usa mayormente para designar a las personas profusas en su proselitismo hacia una causa religiosa o política, hacia un deporte, pasatiempo o hobby, o hacia una persona a quien idolatra.

Psicológicamente, la persona fanática manifiesta una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido o monomanía persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces hasta indiscriminado y violento.

Relativo a las ideologías etc., el fanatismo se refiere a las creencias de una persona o grupo. En casos extremos en los cuales el fanatismo supera la racionalidad, la ceguera que produce este apasionamiento puede llevar a que la persona fanática se comporte, en ocasiones, de manera irracional o extremos peligrosos, como matar a seres humanos o encarcelarlos, con el fin aparente o manifiesto de mantener esa creencia, considerada por el fanático o fanáticos como la única verdad.

La importancia de una buena definición de fanatismo estriba en los problemas éticos que genera en la mayoría de los casos que serán considerados. Cabe señalar que en este sentido, el fanatismo no se define tanto por la racionalidad o irracionalidad del pensamiento de la persona fanática (eso atañe más propiamente a la locura, que es estudiada por la Psicología, a la Lógica, y a otros campos de conocimiento), sino más bien por sus actitudes o comportamientos, ya que son éstos los que producen problemas éticos (véase libertad de expresión).

Como suele ocurrir, en cuanto se rastrea sus orígenes toda palabra explica más de lo que en apariencia dice. Fanático, que viene del latín fanaticus, se origina en fanum, vocablo que designaba templos y santuarios en la Antigua Roma, donde se idolatraba a deidades paganas. En un principio se llamaba «fanático» al portero o vigilante de esos templos, pero a partir del primer siglo de nuestra era otro fue el significado. Desde entonces se entendió por fanático a quien estaba poseído por un espíritu o fervor delirante y frenético. Y se usaba la palabra sólo en el ámbito religioso. Hoy, 20 siglos más tarde, aquellos templos se multiplicaron convertidos en estadios, atriles, recitales, calles, redes sociales, manifestaciones y muchos otros ámbitos en los que se vela a la razón, al diálogo, a la diversidad, al disenso. «No se puede razonar con los fanáticos. Hay que ser más fuerte que ellos», decía el filósofo francés Alain (1868-1951). Hablaba de la fuerza de la razón y el pensamiento.

Fanatismo Fundamentalista

Hablamos de fanatismo fundamentalista cuando un colectivo adhiere a ideas y creencias extremas y las cumple e intenta hacerlas cumplir a otros de manera radical, es decir, sin posibilidad de cuestionamiento. El fanatismo así descripto conforma un discurso cerrado aunado a un obrar obsecuente que defiende sus ideales sin permiso de alguna transformación, es decir, prohíbe y castiga el cuestionamiento bajo la amenaza acusatoria de “traición” o de “herejía”.

Recordemos que Lacan discierne las pasiones del ser: amor, odio e ignorancia respecto de la castración. Estas tres pasiones se refuerzan una a las otras cuando el fin del poder es la dominación.

Cuando el fanatismo defiende el amor a una idea, causa o creencia; cuando accede al poder, instrumenta, en nombre de la ética, la moral, la sangre, la seguridad, la patria, los más diversos modos de discriminación y segregación, aún el aniquilamiento. Por ello, el fanatismo se sostiene en la dominación del amor del otro. Dado que determina qué “debe amarse”, engendra el odio al diferente, por un lado y, por otro, la traición al sí mismo del amante. El amor extremo es primero suicida y luego homicida.

Cuando una persona sustituye su conciencia, y deja de funcionar como sujeto único, por una ideología o creencia, despoja al enemigo de su condición humana. La obsesión de un fanático puede ser muy peligrosa ya que no se valoran otras formas de pensar que no sea la suya, y eso puede arreglarlo de manera moderada o violenta. Los obsesos de una idea confunden lo que imaginan con la realidad.

El fanatismo se caracteriza por su vehemencia y discurso, generalmente violento, que tiende a defender y exacerbar la posición propia contra cualquier opinión contraria. Es por esto que los fanatismos hoy en día están mal vistos por la sociedad, ya que atentan contra los valores democráticos de diálogo y tolerancia.

Para llegar al extremo del fanatismo, la persona debe contar con una estructura psicológica apropiada para esto; sin embargo, el objeto del cual la persona se vuelve fanático debe tener ciertas características particulares, de hecho no es posible ser fanático de una obra de arte o una innovación tecnológica.

El fanatismo requiere de una doctrina o institución con el que se sienta totalmente identificado, que trascienda el plano meramente individual, que penetre en la totalidad de su esencia y sienta que ésta última gira en torno a lo que adscribe. Se suele utilizar la expresión filosófica clásica: “como si detentara la llave del mundo” para describir este sentimiento. Por eso, los fanatismos suelen ser religiosos y políticos, principalmente.

La mayor parte de los fanáticos se encuentran entre las personas más jóvenes. El período de la juventud se caracteriza por cambios de la personalidad, de adaptación al entorno. Las sectas se meten en esta fase psicológica para apoderarse de la conciencia de aquellos a los que atrapa, aquellos más vulnerables. Ellos lo viven como algo suyo, dentro de un proceso natural, pero no se dan cuenta de la manipulación a la que están sometidos. Muchos jóvenes están propicios a meterse en un mundo de obsesiones por las propias características de la adolescencia. Ellos están en el proceso en el que buscan su identidad, acciones, personajes a quien seguir por la carencia que tiene en su entorno; y es más fácil buscar referencias desde afuera del entorno familiar.​ Son muchos los padres afectados por esta obsesión en sus hijos.

Otra característica es el delirio, que les deforma la realidad. El fanático nunca se equivoca. Si algo no sucede como explica o piensa, quienes están cometiendo el error son los demás. Los que no tienen su misma mentalidad no le comprenden y se pone en la actitud de mártir (Persona que padece muerte en defensa de su religión). 4​Para sus compañeros es un héroe que lucha por establecer el orden divino. El fanatismo puede repercutir en la personalidad del fanático, provocando una doble personalidad. Cuando alguien se convierte en seguidor incondicional de un grupo o secta, vive en dos mundos: el que le rodea y el de la organización, donde ambos suelen ser incompatibles.

La obsesión tiene un carácter compulsivo y termina por adquirir una condición penosa y angustiante para quien la sufre. Cuando las obsesiones y las compulsiones se han hecho crónicas, ya se habla de una neurosis que perturba la vida normal de la persona y se transforma en un trastorno obsesivo-compulsivo.

Casos extremos

En los casos más extremos, fanáticos pueden agredir o acabar con la vida de alguien que se les contradiga, a sí mismos o incluso a su ídolo. Los homicidios cometidos por fanáticos han causado conmoción a nivel mundial. ¿Por qué un fanático sería capaz de asesinar a alguien que admira? Este es un fenómeno que depende de la “herencia y el contexto”, los comportamientos son distintos en cada persona y según en la situación en la que se encuentre, pero estos mismos comportamientos pueden ser gatillados por trastornos de personalidad, específicamente la psicopatía.

Teorías psicológicas acerca del fanatismo

La conciencia de la individualidad se suprime mediante la atenuación de la conciencia del yo, por una parte, y mediante la acentuación del sentimiento de pertenencia a lo otro. Para lo primero sirven, por ejemplo, el alcohol y otras drogas, etc. Para lo segundo se procede a la adhesión incondicional a congregaciones y facciones políticas o religiosas, la entrega a un grupo, a personas posesivas… La conciencia corporal se disminuye mediante la reducción de las vivencias corporales y la desvalorización del mundo en donde la vida se desarrolla.

Epistemología

Desde el punto de vista epistemológico, el fanático, curiosamente, se parece a su contrario el relativista, en la medida en que para ambos no cabe el debate o la búsqueda común de la verdad. El fanático se comporta como si poseyera la verdad de manera tajante. Afirma tener todas las respuestas y, en consecuencia, no necesita seguir buscando a través del cuestionamiento de las propias ideas que representa la crítica del otro.

El fanático, pues, se caracteriza por su espíritu maniqueo y por ser un gran enemigo de la libertad. Los lugares donde impera el fanatismo son terrenos donde es difícil que prospere el conocimiento y donde parece detenerse el curso fluyente de la vida. Un mundo, en definitiva, contrario a la mudable naturaleza humana que en ocasiones se diría anhela la muerte. De hecho, para Albert Camus en El hombre rebelde, es una suerte de nihilismo destructivo más.

El precio a pagar por la cristalización del pensamiento engendrada por el fanatismo resulta caro. El alejamiento de la verdad es una de ellas, porque para profundizar en el conocimiento debemos estar abiertos al descubrimiento de la parte de verdad presente en los demás, desde una humildad intelectual de corte socrático, con una actitud dogmática resulta difícil llegar muy lejos intelectualmente.

Conflictos sociales

Pero existe otra desventaja que tal vez resulte más contundente que la epistemológica: que el fanatismo siempre ha conducido a guerras y a graves desastres. Tras numerosos conflictos sociales, guerras, masacres, limpiezas étnicas e injusticias se halla la intolerancia de muchos fanáticos. Esto han coincidido en señalarlo todos los defensores de la tolerancia. El fanatismo es el culpable de esos males, que podrían evitarse con la universalización de un talante fraternal que aceptara las diferencias.

Características del Fanatismo:

En síntesis, el fanatismo presenta uno o más de los siguientes rasgos:

  • Dogmatismo falaz: creencia en una serie de convicciones que no se cuestionan ni razonan y cuya justificación lo es por su propia naturaleza;
  • Intransigencia: no acepta los análisis críticos de sus ideas o comportamientos;
  • Maniqueísmo: las diferencias son consideradas de manera radical; no se admiten los matices.
  • Reduccionismo doctrinal o simplicidad de análisis interpretativo: la diversidad categorial suele encerrarse en pocas categorías contrapuestas: «buenos» y «malos»; «arios» y «no arios»; «fulanos» y «menganos» «del mundo» e «hijos de Dios»;
  • Discriminación o intolerancia a la diferencia: rechazo de lo que escapa a unos determinados modelos y etiquetas;
  • Autoritarismo: afán de imponer la propia cultura, estilo o creencias y de forzar a que los demás se adscriban a lo mismo.
  • Obsesión: El fanático en ocasiones abandona temporalmente una relación o debate, cuando las cosas se le escapan de las manos, aduciendo que la contraparte no está preparada para dialogar, o que no es respetuosa, o que es soberbia, etc.

Algunos fanatismos también se disfrazan de tolerancia y apertura, cuando en realidad imponen un relativismo dogmático que no acepta ningún disenso, porque no pueden aceptar que alguien defienda sus ideas o que tenga algunas certezas que esté dispuesto a defender. El relativismo dogmático es hijo del miedo, igual que el fundamentalismo, porque teme del diferente, teme que no pensemos todos de la misma forma. Por eso, aunque algunos grupos sean más fácilmente identificables con actitudes fanáticas, muchas veces quienes los critican con una agresividad injustificada, manifiestan la misma miopía, el mismo fanatismo que no acepta la diferencia.

Características del fanático

  • Se creen dueños de la verdad y no aceptan cuestionamientos.
  • No son personas razonables.
  • No escuchan opiniones diferentes a las suyas.
  • Se alteran fácilmente.
  • Suelen rodearse de otras personas fanáticas.
  • Son obsesivos.
  • En algunas ocasiones no miden sus actos cuando se trata de defender sus ideales.
  • Se encierran en sus ideas.
  • Son radicales o extremistas.
  • Son discriminantes e intolerantes ante quienes piensan opuesto a ellos.
  • Son autoritarios.
  • Tipos de fanatismo

    Existen varios tipos de fanatismo, y se manifiestan como afinidad y/o contrariedad con una persona, religión, ideología, deporte o pasatiempo, entre otros tópicos.

    • En el terreno religioso con la defensa de dogmas, o la defensa de libros sagrados o de dioses.
    • En la política el fanatismo se presenta en la defensa a ultranza de doctrinas, partidos o líderes políticos.
    • Idealización de una persona: Un fanatismo a una persona en particular ocurre cuando el llamado “fan” o fanático admira o siente entusiasmo por aquel. Algunos claros ejemplos suelen ser cuando se es fanático de un actor, un músico o incluso cualquier celebridad por la que admiren su estilo de vida o forma de pensar y, en algunos casos, imiten algunas de sus características para poder asemejarse a la vida de esta persona.
    • Deporte: En el caso de los deportes, el fanatismo puede llegar de forma positiva y también negativa. Si la persona es fanática de un determinado equipo, casi de manera automática estará en contra de los otros equipos que compitan con este. En este caso, el fanatismo puede llegar a tener ciertas negativas consecuencias ya que muchas veces, conllevan a actos violentos de diversa índole entre los mismos.
    • Antirreligiosos: A su vez, existen fanatismos que se posicionan en la vereda de enfrente que el fanatismo religioso para oponerse a estos. Los fanáticos antirreligiosos también pueden llevar a consecuencias violentas debido a que manifiestan su descontento y pueden llevar a enfrentamientos entre los mismos.

    Cabe analizar si es fanatismo el caso de la defensa acérrima de valores culturales tradicionales contra el cambio de los mismos.

El fanatismo religioso

Los fanatismos religiosos aparecen como los más antiguos y controvertidos. En ellos se destaca la falta de cuestionamiento absoluta, ya que son creyentes ortodoxos, y aceptan los dogmas a un punto extremadamente peligroso. Desde autoflagelación a grandes masacres, los fanatismos religiosos son hoy en día vistos como uno de los grandes males con los que debe enfrentarse la humanidad.

El fanatismo religioso es uno de los tipos de fanatismo que más controversia ha generado en el transcurso de la historia; en cuanto a que bajo su influencia se han generado conflictos bélicos, genocidios, asesinatos y actos terroristas. Tal es el caso del fanatismo musulmán, que implica el sacrificio de la vida propia en pos de una vida más allá de este mundo.

Dentro de los diversos tipos de fanatismo existentes hay que subrayar que el religioso es el que más daño ha ocasionado a lo largo de la historia de la humanidad pues el mismo ha dado lugar a un sinfín de guerras, de holocaustos e incluso de actos terroristas y asesinatos.

Como perfectos ejemplos de ese horror religioso que sólo ha traído muerte y destrucción merecería destacarse la creación de la Santa Inquisición durante la Edad Media. Se trataba esta de una institución dentro de la Iglesia Católica que tenía como clara misión acabar con la herejía y para ello establecía tribunales a lo largo y ancho de la geografía mundial que eran los encargados de “juzgar” a quienes se consideran brujos, ateos o adoradores del demonio.

Ese citado objetivo dio lugar a que los individuos que se situaran al frente del Santo Oficio cometieran todo tipo de injusticias y de inculpaciones a inocentes que murieron quemados en la hoguera o que sufrieron todo tipo de torturas absolutamente abominables.

Asimismo otro tipo de fanatismo religioso se vive en la actualidad dentro del seno de la religión islámica. De esta manera existen grupos  que cometen toda clase de actos delictivos contra quienes no creen o piensan como ellos.

Durante siglos, miles de hombres fanáticos se han visto influenciados bajo las grandes religiones para así llevar actos que van en contra de la propia religión lo cual deja a ver que el individuo está actuando no bajo fe, sino por pura obsesión.

El fanático religioso se identifica con un individuo de conducta ciega con una religión en particular, lo que le lleva a provocar actos contra personas que no creen en ésta mediante una lógica inflexible.

En los siglos XVI y XVII el fanatismo religioso alcanza un alto grado ya que estos simpatizantes condenaban las ciencias «al condenar estas a la religión mediante la razón» los reyes «acusados de superficiales materialistas que llevaban una vida de placeres» y a los estudiosos de los astros «a quienes se acusaba de servidores de Satanás». El fanatismo tiene un principio en parte compartido con la fe, según el cual quien piensa diferente se convierte en adversario o enemigo.

En las religiones más influyentes y expandidas mundialmente se han podido ver actos de fanatismo desde la decadencia del imperio romano por el cual los cristianos quemaron libros y estatuas por inmorales y fulminaron avances en literatura y arte. Por ejemplo, las cruzadas fueron actos fanáticos e imperialistas que profundizaron en la disputa centenaria entre musulmanes y cristianos, combatiendo ambos en nombre de Dios durante la Edad Media. Otros actos contemporáneos a éstas eran la Santa Inquisición, herramienta de supresión de la herejía.

En la actualidad algunos actos fanáticos se han podido ver bajo acciones de grupos de la religión islámica, como los atentados del 11 de septiembre de 2001, cometiendo daños hacia otros ciudadanos que difieren de sus creencias.

Generalmente se clasifica al fanático como una persona ignorante e ingenua, con un razonamiento apenas suficiente para justificar y defender sus creencias mediante la agresión o juzgando a los demás como herejes.

Psicológicamente el fanático presenta cuadros de monomanías y comportamientos obsesivos sin lugar a discusión amparándose en la veracidad inquebrantable de una sola verdad, los comportamientos repetitivos se convierten en su forma de vida; alabanzas, horarios de asistencias a congregación para repetir los mismos comportamientos dejando de lado la singularidad humana (“cada persona es como es”), este comportamiento obsesivo llega a cambiar sus vidas y a reemplazar apegos antiguos con nuevos (apegos religiosos) haciendo más complicado el tratamiento clínico – terapéutico por su renuencia a aceptar nuevos caminos que le conduzcan a otra realidad lejos de todo apego a congregaciones y seres «sobrenaturales».

El fanático no acepta consejos ni modificaciones lo cual hace extremadamente difícil su evolución y cambio de mentalidad. Esta mentalidad puede además haber sido reflejo de un núcleo social en el que se ha exaltado el deseo de suprimir a los que se oponen a sus creencias y modo de ver la vida.

Estos mayormente van más allá de lo debido, es el modo desproporcionado de entender y defender una causa el cual les lleva a un sentido de llevar a cabo una misión, los cuales son capaces de recurrir a todos los medios con tal de triunfar. Estos contienen una conciencia desmedida de su propia grandeza: el fanático se identifica con la causa que defiende, estos se alimentan del celo inquisitorial y actúa como fiscal o juez de la verdad.

El fanatismo religioso concretamente es la incapacidad para admitir el mundo en su diversidad y para aprender de los otros, generando una sociedad anclada en un tiempo y una forma fija de ver las cosas.

Se opone al movimiento que conduce a la realidad y por tanto no se puede ver cambios en ella, lo que no da posibilidad para el desarrollo de la vida y el descubrimiento de nuevas ideas.

Según el reverendo Baltazar Porras «No hay nada más bochornoso que “convivir” con un fanático porque no hay manera de razonar y porque no deja espacio a las otras dimensiones de la vida. Todo se ve y valora bajo el prisma de la pasión fanática. No hay día sin una cadena en la que se exalta la guerra, el odio y la exclusión. No hay espacio para “el otro”. En lugar del diálogo o el encuentro se pone en primer lugar la confrontación, a ver quién puede más. Así nos estamos destruyendo física y espiritualmente, sin tregua para el trabajo creador o para la alegría serena. Nos volvemos talibanes, sin equilibrios, extremosos para todo. Esa fue la conducta de quienes irrumpieron el miércoles santo en la Basílica de Santa Teresa, pues no fueron a rezarle al Nazareno sino a vejarlo y a despreciar la fe de los presentes».

Hay otro tipo de fanático que cree ciegamente en el destino, lo cual le conduce a una concepción fatalista de la vida. Este tipo de fanático tiende a no responsabilizarse de sus actos porque «lo que ha de ser será» y generalmente delega la resolución de sus problemas a Dios. Si pierde su trabajo se encomienda a Dios: «Diosito tu sabes lo que haces»  y se queda esperando en su casa. Si es estudiante y debe rendir un test para el cual no estudió: «Diosito no pude estudiar pero con tu ayuda saldremos adelante», es decir que si lo aplazan también lo hacen con Dios».

Es probable que Dios en alguna ocasión haya pensado en pintarle una paloma blanca, pero luego reflexionó y se dijo que podría interpretarlo como el Espíritu Santo y se le refuerza la actitud cómoda. El problema es que el fanático considera que esta situaciones le corresponde resolverlas a Dios y no a él, y por supuesto que Dios no tiene la opción de decir «Dios mío y ahora que hago»

Fanatismo político

En los últimos tiempos el mundo parece estar cada vez más polarizado, cada día que pasa el fanatismo político se propaga por todas las naciones del mundo como si se tratase de una de las peores pandemias que ha azotado a la Tierra.

El fanatismo político es una variante muy similar en la estructura propia del fanático, pero en este caso es en el partido (generalmente bajo la figura de un líder carismático) donde encuentra el sentido total y absoluto de su vida, donde se toma la causa como propia y la sostienen hasta las últimas consecuencias.

El fanático político defiende con tenacidad y vehemencia sus opiniones y creencias, defiende su propia verdad, su efímero poder. Su capacidad de razonamiento es escasa por eso es presa fácil de caudillos y politiqueros, defiende tesis falsas, es iracundo e irascible, su capacidad de reacción es violenta e irracional, el fanático cree saberlo todo, se siente portador del poder divino para resolver problemas, sancionar o castigar. El fanatismo es patrimonio de sistemas autoritarios y dictatoriales donde el chantaje, la represión y el miedo son utilizados para someter a la gente. Quienes no pueden acomodar sus ideas al fanatismo son considerados enemigos y exponen su estabilidad psíquica, física y social a serios peligros que pueden terminar en la tortura, la cárcel o la muerte.

En psicología a los fanáticos políticos se los ubican en el grupo de las personas inseguras que tratan de compensar sus sentimientos de inferioridad por la fuerza, el chantaje o la mentira, su escasa capacidad de razonamiento no les permite pensar, generar ideas ni respuestas, requieren de incondicionales para a través de un discurso ofensivo-burlesco y populista desviar la atención del fracaso, esto se puede apreciar en el desarrollo del último proceso electoral que ha generado grandes problemas de credibilidad. Jacinto Benavente, Dramaturgo Español dice: “El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca”. Señores del Consejo Nacional Electoral, ustedes tienen la palabra.

La falta de racionalidad puede llegar a tal extremo que, por el fanatismo, una persona mate a otra. Cuando el fanatismo llega al poder político, suele desarrollar todo un sistema para la imposición de sus creencias, castigando a los opositores con la cárcel o incluso la muerte.

Cuando nos encerramos en el fanatismo, olvidamos algo fundamental para el crecimiento personal y el progreso social: tener cerca a alguien que piensa distinto o en contra de lo que pienso, me enriquece, hace crecer y me obliga a pensar. Convivir con la diferencia nos obliga a repensarnos, a revisar nuestras convicciones, a pensar críticamente, a salir de nuestra comodidad, a ver con otros ojos la misma realidad.

Cuando pensamos que los demás, por la simple razón de pertenecer a otro partido político o a otra religión que no sea la mía, no tienen nada para aportarme, no dicen nunca la verdad, no tienen nunca razones que deban ser escuchadas, son siempre “sospechosos”, estamos ante la demonización del otro. Solo a través del diálogo y la comprensión del diferente podemos crecer como personas capaces de pensar libremente y de escuchar realmente a los demás.

La implicación recíproca entre autoritarismo y fanatismo agravia al pensamiento autónomo y ataca la democracia pero el fanático que se cuenta entre sus filas se motiva en el desistimiento de la posición deseada. Aunque el fanático alegue la búsqueda de la verdad, el amor al semejante o la consecución de un fin universal, sólo estará renunciando a su deseo.

Se ha vuelto muy común escuchar una y otra vez el término «fanático», sin embargo éste abarca más allá de la admiración y el respeto por una persona, partido político o religión. El fanatismo es totalmente extremista, se manifiesta a través del frenesí con el cual una persona o varias defienden sus creencias: culturales, religiosas, políticas, ideológicas, etc. En este sentido, podría decirse que el fanatismo posee varios apellidos. En este caso hablaremos sobre el fanatismo político.

El fanatismo político es uno de los principales problemas que afronta la sociedad, ha sido la causa de diversas guerras, enfrentamientos, disputas y masacres a lo largo de la historia de la humanidad. El fanático político se caracteriza por aislarse en sus propias posiciones y creencias, no existe la posibilidad alguna de que éstos vean algún inconveniente en sus convicciones. En la mayoría de los casos estas personas son inducidas a este tipo de fanatismo por un líder político.

La miopía gerencial en los cargos directivos

Cuando se tiene que liderar equipos o gobernar una institución, un peligro creciente es la estrechez mental que excluye la crítica externa, que no escucha a los que piensan distinto, que evita el disenso de todas las formas posibles, aunque venga de colaboradores y amigos que ofrecen su ayuda.

Cuando nos toca dirigir en una organización convivimos con muchos puntos ciegos que nos impiden ver la realidad y nos obstaculizan una lúcida toma de decisiones, haciendo que cualquier gestión se vea perjudicada en su eficiencia. Y es que cuando nos escuchamos solo a nosotros mismos y nos rodeamos de los que nos dicen a todo que “sí”, no nos cuestionan nada y se vuelven una prolongación de nosotros mismos, se atrofia la visión y se pierde la posibilidad de crecer.

La miopía gerencial en las instituciones se manifiesta cuando los que tienen que gobernar se rodean de los que los adulan y aprueban, alejándose de cualquier posibilidad de autocrítica, esquivando a todos los que puedan cuestionar el modo en que se hacen las cosas. A los “críticos” se les discrimina y se les trata de “neutralizar”, calificándolos como desleales o “infiltrados”, aunque sean los únicos que nos ayuden a pensar con mayor lucidez.

Progresivamente se pierde la perspectiva, y si en el peor de los casos, quien manda tiene baja autoestima, no soportara ninguna clase de sugerencias, salvo que confirmen sus propias ideas y obsesiones.

La dependencia económica es un factor que también fomenta esta miopía de quienes dirigen. Cuando los ingresos dependen de no hacer enojar al jefe, no se dirá lo que se piensa. Un ejemplo de ello puede verse en asesores políticos u organizacionales. Existen muy buenos equipos consultores, pero no siempre son independientes. ¿Cuántas veces quienes asesoran se limitan a aspectos técnicos sin cuestionar la visión de quien le contrata? Porque difícilmente uno escuchará asesores que le digan que está equivocado. Y es que escuchar todas las críticas supone cuestionar el propio desempeño y la propia visión.

El gran peligro de un liderazgo con esta miopía es que la organización que dirige se vuelve un anexo de su propio ego y no podrá ver más allá de sí mismo, creyendo que ha sido eficaz solo porque ha realizado sus propios caprichos sin ninguna demora.

«El fanatismo político es una de las más peligrosas patologías que degeneran, debilitan, traumatizan, y llegan a dar muerte a la convivencia civilizada de la sociedad. El individuo y los grupos que se mueven por el impulso fanático constituyen una amenaza directa para la sociedad porque siguen a su líder político, a veces carismático, sin evaluar la ética y la eficacia de las acciones que realiza; incluso algunos políticos llegan a ser hasta idolatrados por los incautos seguidores contagiados del virus». Luis Antonio Quizhpe

Antídotos contra el fanatismo

Una de las cosas que pueden encontrarse en las actitudes fanáticas es la falta de alegría y de sentido del humor con los propios proyectos. Por ello el primer antídoto contra el fanatismo es el humor. Es muy sano para no vivir siempre enojado porque existen otros que piensan distinto. El humor nos ayuda a reírnos de nosotros mismos, a relativizar cosas que deben matizarse, y a vernos con una mirada más amplia.

Un segundo antídoto es aceptar al otro tal como es, sin querer que sea distinto ni que piense distinto, sino dejándolo ser, nos hace salir del propio hermetismo ideológico en el que muchas veces podemos vivir cómodamente. Aceptar al otro nos devuelve la paz que hemos perdido por no aceptar la realidad tal como es, y nos enriquece.

Aprender de los grandes maestros de la espiritualidad, porque los hombres y mujeres de todos los tiempos que marcaron el progreso filosófico, espiritual y cultural de la humanidad, fueron comprensivos y receptivos a escuchar lo distinto, dialogaban con todos sin excluir a nadie y estuvieron siempre dispuestos a repensarlo todo, sin miedo a equivocarse, sino conscientes que es necesario salir del propio ego para encontrarse realmente con el otro. Y es que quien está dispuesto a aprender, está dispuesto a escuchar y a cambiar

 

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Fanatismo

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