El Fanatismo

El siguiente artículo fue escrito por Edmundo Pimentel, estadístico, magyster en análisis de datos, docente de la UCV, consultor de empresas e investigador en el área social

Vivimos tiempos donde se ven por todas partes, posturas radicalizadas, fundamentalistas y fanatismos de toda índole. En la política, en la religión, en el deporte, en la educación, y en un sinfín de ámbitos de la vida social nos encontramos con una atrofia del pensamiento, que enferma a las personas e impide el diálogo social y la construcción de miradas más amplias sobre la realidad.
Muchos filósofos y analistas sociales coinciden en que el clima de nuestra época está marcado por la búsqueda de seguridad, de certezas y de identidad. Crecen toda clase de grupos intolerantes que se aplauden a sí mismos y no escuchan a quien tenga un matiz de discrepancia; hablan para sí mismos y para convencer a sus ya convencidos. Esta clase de fanatismos se ven tanto en política como en religión.

Definición

Es una actitud o actividad que se manifiesta con pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz en defensa de una idea, teoría, cultura, estilo de vida, etc. El fanático es una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias y opiniones, también es aquel que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo.​

El sufijo ismo hace referencia a una doctrina, a una creencia en particular. Por otra parte, el término fan hace alusión a un seguidor más bien entusiasta de una persona o cosa en particular.

El fanatismo fue definido por el filósofo Francesc Torralba como “miopía espiritual”, porque se confunde la propia percepción de la realidad con una verdad universal que debe ser aceptada por todos.

El fanatismo, en muchas ocasiones, rompe las barreras de la racionalidad y lleva a las personas a tomar acciones que pueden atentar incluso contra el sentido común. Es importante aclarar que la persona fanática es muy distinta de un seguidor fiel o de aquellos que poseen un gusto muy marcado sobre determinada persona o cosa.

El psicólogo Tõnu Lehtsaar[1] ha definido el término fanatismo como la búsqueda o defensa de algo de una manera extrema y apasionada que va más allá de la normalidad. El fanatismo religioso se define por la fe ciega, la persecución de los disidentes y la ausencia de la realidad.​

El fanatismo supone una adhesión incondicional a una causa. La mencionada ceguera que produce el apasionamiento lleva a que el fanático se comporte, en ocasiones, de manera violenta e irracional. El fanático está convencido de que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones de los demás.

De esta manera, podríamos determinar que el fanatismo se sustenta o identifica por cinco principales señas de identidad: el deseo de imponer sus propias ideas, el despreciar a quienes son diferentes, el basarse en una serie de ideas que son incuestionables, el tener una visión “cuadriculada” de las cosas pues todo es blanco o negro, y finalmente el carecer por competo de todo espíritu crítico.

Hoy en día se usa mayormente para designar a las personas profusas en su proselitismo hacia una causa religiosa o política, hacia un deporte, pasatiempo o hobby, o hacia una persona a quien idolatra.

Psicológicamente, la persona fanática manifiesta una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido o monomanía persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces hasta indiscriminado y violento.

Relativo a las ideologías etc., el fanatismo se refiere a las creencias de una persona o grupo. En casos extremos en los cuales el fanatismo supera la racionalidad, la ceguera que produce este apasionamiento puede llevar a que la persona fanática se comporte, en ocasiones, de manera irracional o extremos peligrosos, como matar a seres humanos o encarcelarlos, con el fin aparente o manifiesto de mantener esa creencia, considerada por el fanático o fanáticos como la única verdad.

La importancia de una buena definición de fanatismo estriba en los problemas éticos que genera en la mayoría de los casos que serán considerados. Cabe señalar que en este sentido, el fanatismo no se define tanto por la racionalidad o irracionalidad del pensamiento de la persona fanática (eso atañe más propiamente a la locura, que es estudiada por la Psicología, a la Lógica, y a otros campos de conocimiento), sino más bien por sus actitudes o comportamientos, ya que son éstos los que producen problemas éticos (véase libertad de expresión).

Como suele ocurrir, en cuanto se rastrea sus orígenes toda palabra explica más de lo que en apariencia dice. Fanático, que viene del latín fanaticus, se origina en fanum, vocablo que designaba templos y santuarios en la Antigua Roma, donde se idolatraba a deidades paganas. En un principio se llamaba «fanático» al portero o vigilante de esos templos, pero a partir del primer siglo de nuestra era otro fue el significado. Desde entonces se entendió por fanático a quien estaba poseído por un espíritu o fervor delirante y frenético. Y se usaba la palabra sólo en el ámbito religioso. Hoy, 20 siglos más tarde, aquellos templos se multiplicaron convertidos en estadios, atriles, recitales, calles, redes sociales, manifestaciones y muchos otros ámbitos en los que se vela a la razón, al diálogo, a la diversidad, al disenso. «No se puede razonar con los fanáticos. Hay que ser más fuerte que ellos», decía el filósofo francés Alain (1868-1951). Hablaba de la fuerza de la razón y el pensamiento.

Fanatismo Fundamentalista

Hablamos de fanatismo fundamentalista cuando un colectivo adhiere a ideas y creencias extremas y las cumple e intenta hacerlas cumplir a otros de manera radical, es decir, sin posibilidad de cuestionamiento. El fanatismo así descripto conforma un discurso cerrado aunado a un obrar obsecuente que defiende sus ideales sin permiso de alguna transformación, es decir, prohíbe y castiga el cuestionamiento bajo la amenaza acusatoria de “traición” o de “herejía”.

Recordemos que Lacan discierne las pasiones del ser: amor, odio e ignorancia respecto de la castración. Estas tres pasiones se refuerzan una a las otras cuando el fin del poder es la dominación.

Cuando el fanatismo defiende el amor a una idea, causa o creencia; cuando accede al poder, instrumenta, en nombre de la ética, la moral, la sangre, la seguridad, la patria, los más diversos modos de discriminación y segregación, aún el aniquilamiento. Por ello, el fanatismo se sostiene en la dominación del amor del otro. Dado que determina qué “debe amarse”, engendra el odio al diferente, por un lado y, por otro, la traición al sí mismo del amante. El amor extremo es primero suicida y luego homicida.

Cuando una persona sustituye su conciencia, y deja de funcionar como sujeto único, por una ideología o creencia, despoja al enemigo de su condición humana. La obsesión de un fanático puede ser muy peligrosa ya que no se valoran otras formas de pensar que no sea la suya, y eso puede arreglarlo de manera moderada o violenta. Los obsesos de una idea confunden lo que imaginan con la realidad.

El fanatismo se caracteriza por su vehemencia y discurso, generalmente violento, que tiende a defender y exacerbar la posición propia contra cualquier opinión contraria. Es por esto que los fanatismos hoy en día están mal vistos por la sociedad, ya que atentan contra los valores democráticos de diálogo y tolerancia.

Para llegar al extremo del fanatismo, la persona debe contar con una estructura psicológica apropiada para esto; sin embargo, el objeto del cual la persona se vuelve fanático debe tener ciertas características particulares, de hecho no es posible ser fanático de una obra de arte o una innovación tecnológica.

El fanatismo requiere de una doctrina o institución con el que se sienta totalmente identificado, que trascienda el plano meramente individual, que penetre en la totalidad de su esencia y sienta que ésta última gira en torno a lo que adscribe. Se suele utilizar la expresión filosófica clásica: “como si detentara la llave del mundo” para describir este sentimiento. Por eso, los fanatismos suelen ser religiosos y políticos, principalmente.

La mayor parte de los fanáticos se encuentran entre las personas más jóvenes. El período de la juventud se caracteriza por cambios de la personalidad, de adaptación al entorno. Las sectas se meten en esta fase psicológica para apoderarse de la conciencia de aquellos a los que atrapa, aquellos más vulnerables. Ellos lo viven como algo suyo, dentro de un proceso natural, pero no se dan cuenta de la manipulación a la que están sometidos. Muchos jóvenes están propicios a meterse en un mundo de obsesiones por las propias características de la adolescencia. Ellos están en el proceso en el que buscan su identidad, acciones, personajes a quien seguir por la carencia que tiene en su entorno; y es más fácil buscar referencias desde afuera del entorno familiar.​ Son muchos los padres afectados por esta obsesión en sus hijos.

Otra característica es el delirio, que les deforma la realidad. El fanático nunca se equivoca. Si algo no sucede como explica o piensa, quienes están cometiendo el error son los demás. Los que no tienen su misma mentalidad no le comprenden y se pone en la actitud de mártir (Persona que padece muerte en defensa de su religión). 4​Para sus compañeros es un héroe que lucha por establecer el orden divino. El fanatismo puede repercutir en la personalidad del fanático, provocando una doble personalidad. Cuando alguien se convierte en seguidor incondicional de un grupo o secta, vive en dos mundos: el que le rodea y el de la organización, donde ambos suelen ser incompatibles.

La obsesión tiene un carácter compulsivo y termina por adquirir una condición penosa y angustiante para quien la sufre. Cuando las obsesiones y las compulsiones se han hecho crónicas, ya se habla de una neurosis que perturba la vida normal de la persona y se transforma en un trastorno obsesivo-compulsivo.

Casos extremos

En los casos más extremos, fanáticos pueden agredir o acabar con la vida de alguien que se les contradiga, a sí mismos o incluso a su ídolo. Los homicidios cometidos por fanáticos han causado conmoción a nivel mundial. ¿Por qué un fanático sería capaz de asesinar a alguien que admira? Este es un fenómeno que depende de la “herencia y el contexto”, los comportamientos son distintos en cada persona y según en la situación en la que se encuentre, pero estos mismos comportamientos pueden ser gatillados por trastornos de personalidad, específicamente la psicopatía.

Teorías psicológicas acerca del fanatismo

La conciencia de la individualidad se suprime mediante la atenuación de la conciencia del yo, por una parte, y mediante la acentuación del sentimiento de pertenencia a lo otro. Para lo primero sirven, por ejemplo, el alcohol y otras drogas, etc. Para lo segundo se procede a la adhesión incondicional a congregaciones y facciones políticas o religiosas, la entrega a un grupo, a personas posesivas… La conciencia corporal se disminuye mediante la reducción de las vivencias corporales y la desvalorización del mundo en donde la vida se desarrolla.

Epistemología

Desde el punto de vista epistemológico, el fanático, curiosamente, se parece a su contrario el relativista, en la medida en que para ambos no cabe el debate o la búsqueda común de la verdad. El fanático se comporta como si poseyera la verdad de manera tajante. Afirma tener todas las respuestas y, en consecuencia, no necesita seguir buscando a través del cuestionamiento de las propias ideas que representa la crítica del otro.

El fanático, pues, se caracteriza por su espíritu maniqueo y por ser un gran enemigo de la libertad. Los lugares donde impera el fanatismo son terrenos donde es difícil que prospere el conocimiento y donde parece detenerse el curso fluyente de la vida. Un mundo, en definitiva, contrario a la mudable naturaleza humana que en ocasiones se diría anhela la muerte. De hecho, para Albert Camus en El hombre rebelde, es una suerte de nihilismo destructivo más.

El precio a pagar por la cristalización del pensamiento engendrada por el fanatismo resulta caro. El alejamiento de la verdad es una de ellas, porque para profundizar en el conocimiento debemos estar abiertos al descubrimiento de la parte de verdad presente en los demás, desde una humildad intelectual de corte socrático, con una actitud dogmática resulta difícil llegar muy lejos intelectualmente.

Conflictos sociales

Pero existe otra desventaja que tal vez resulte más contundente que la epistemológica: que el fanatismo siempre ha conducido a guerras y a graves desastres. Tras numerosos conflictos sociales, guerras, masacres, limpiezas étnicas e injusticias se halla la intolerancia de muchos fanáticos. Esto han coincidido en señalarlo todos los defensores de la tolerancia. El fanatismo es el culpable de esos males, que podrían evitarse con la universalización de un talante fraternal que aceptara las diferencias.

Características del Fanatismo:

En síntesis, el fanatismo presenta uno o más de los siguientes rasgos:

  • Dogmatismo falaz: creencia en una serie de convicciones que no se cuestionan ni razonan y cuya justificación lo es por su propia naturaleza;
  • Intransigencia: no acepta los análisis críticos de sus ideas o comportamientos;
  • Maniqueísmo: las diferencias son consideradas de manera radical; no se admiten los matices.
  • Reduccionismo doctrinal o simplicidad de análisis interpretativo: la diversidad categorial suele encerrarse en pocas categorías contrapuestas: «buenos» y «malos»; «arios» y «no arios»; «fulanos» y «menganos» «del mundo» e «hijos de Dios»;
  • Discriminación o intolerancia a la diferencia: rechazo de lo que escapa a unos determinados modelos y etiquetas;
  • Autoritarismo: afán de imponer la propia cultura, estilo o creencias y de forzar a que los demás se adscriban a lo mismo.
  • Obsesión: El fanático en ocasiones abandona temporalmente una relación o debate, cuando las cosas se le escapan de las manos, aduciendo que la contraparte no está preparada para dialogar, o que no es respetuosa, o que es soberbia, etc.

Algunos fanatismos también se disfrazan de tolerancia y apertura, cuando en realidad imponen un relativismo dogmático que no acepta ningún disenso, porque no pueden aceptar que alguien defienda sus ideas o que tenga algunas certezas que esté dispuesto a defender. El relativismo dogmático es hijo del miedo, igual que el fundamentalismo, porque teme del diferente, teme que no pensemos todos de la misma forma. Por eso, aunque algunos grupos sean más fácilmente identificables con actitudes fanáticas, muchas veces quienes los critican con una agresividad injustificada, manifiestan la misma miopía, el mismo fanatismo que no acepta la diferencia.

Características del fanático

  • Se creen dueños de la verdad y no aceptan cuestionamientos.
  • No son personas razonables.
  • No escuchan opiniones diferentes a las suyas.
  • Se alteran fácilmente.
  • Suelen rodearse de otras personas fanáticas.
  • Son obsesivos.
  • En algunas ocasiones no miden sus actos cuando se trata de defender sus ideales.
  • Se encierran en sus ideas.
  • Son radicales o extremistas.
  • Son discriminantes e intolerantes ante quienes piensan opuesto a ellos.
  • Son autoritarios.
  • Tipos de fanatismo

    Existen varios tipos de fanatismo, y se manifiestan como afinidad y/o contrariedad con una persona, religión, ideología, deporte o pasatiempo, entre otros tópicos.

    • En el terreno religioso con la defensa de dogmas, o la defensa de libros sagrados o de dioses.
    • En la política el fanatismo se presenta en la defensa a ultranza de doctrinas, partidos o líderes políticos.
    • Idealización de una persona: Un fanatismo a una persona en particular ocurre cuando el llamado “fan” o fanático admira o siente entusiasmo por aquel. Algunos claros ejemplos suelen ser cuando se es fanático de un actor, un músico o incluso cualquier celebridad por la que admiren su estilo de vida o forma de pensar y, en algunos casos, imiten algunas de sus características para poder asemejarse a la vida de esta persona.
    • Deporte: En el caso de los deportes, el fanatismo puede llegar de forma positiva y también negativa. Si la persona es fanática de un determinado equipo, casi de manera automática estará en contra de los otros equipos que compitan con este. En este caso, el fanatismo puede llegar a tener ciertas negativas consecuencias ya que muchas veces, conllevan a actos violentos de diversa índole entre los mismos.
    • Antirreligiosos: A su vez, existen fanatismos que se posicionan en la vereda de enfrente que el fanatismo religioso para oponerse a estos. Los fanáticos antirreligiosos también pueden llevar a consecuencias violentas debido a que manifiestan su descontento y pueden llevar a enfrentamientos entre los mismos.

    Cabe analizar si es fanatismo el caso de la defensa acérrima de valores culturales tradicionales contra el cambio de los mismos.

El fanatismo religioso

Los fanatismos religiosos aparecen como los más antiguos y controvertidos. En ellos se destaca la falta de cuestionamiento absoluta, ya que son creyentes ortodoxos, y aceptan los dogmas a un punto extremadamente peligroso. Desde autoflagelación a grandes masacres, los fanatismos religiosos son hoy en día vistos como uno de los grandes males con los que debe enfrentarse la humanidad.

El fanatismo religioso es uno de los tipos de fanatismo que más controversia ha generado en el transcurso de la historia; en cuanto a que bajo su influencia se han generado conflictos bélicos, genocidios, asesinatos y actos terroristas. Tal es el caso del fanatismo musulmán, que implica el sacrificio de la vida propia en pos de una vida más allá de este mundo.

Dentro de los diversos tipos de fanatismo existentes hay que subrayar que el religioso es el que más daño ha ocasionado a lo largo de la historia de la humanidad pues el mismo ha dado lugar a un sinfín de guerras, de holocaustos e incluso de actos terroristas y asesinatos.

Como perfectos ejemplos de ese horror religioso que sólo ha traído muerte y destrucción merecería destacarse la creación de la Santa Inquisición durante la Edad Media. Se trataba esta de una institución dentro de la Iglesia Católica que tenía como clara misión acabar con la herejía y para ello establecía tribunales a lo largo y ancho de la geografía mundial que eran los encargados de “juzgar” a quienes se consideran brujos, ateos o adoradores del demonio.

Ese citado objetivo dio lugar a que los individuos que se situaran al frente del Santo Oficio cometieran todo tipo de injusticias y de inculpaciones a inocentes que murieron quemados en la hoguera o que sufrieron todo tipo de torturas absolutamente abominables.

Asimismo otro tipo de fanatismo religioso se vive en la actualidad dentro del seno de la religión islámica. De esta manera existen grupos  que cometen toda clase de actos delictivos contra quienes no creen o piensan como ellos.

Durante siglos, miles de hombres fanáticos se han visto influenciados bajo las grandes religiones para así llevar actos que van en contra de la propia religión lo cual deja a ver que el individuo está actuando no bajo fe, sino por pura obsesión.

El fanático religioso se identifica con un individuo de conducta ciega con una religión en particular, lo que le lleva a provocar actos contra personas que no creen en ésta mediante una lógica inflexible.

En los siglos XVI y XVII el fanatismo religioso alcanza un alto grado ya que estos simpatizantes condenaban las ciencias «al condenar estas a la religión mediante la razón» los reyes «acusados de superficiales materialistas que llevaban una vida de placeres» y a los estudiosos de los astros «a quienes se acusaba de servidores de Satanás». El fanatismo tiene un principio en parte compartido con la fe, según el cual quien piensa diferente se convierte en adversario o enemigo.

En las religiones más influyentes y expandidas mundialmente se han podido ver actos de fanatismo desde la decadencia del imperio romano por el cual los cristianos quemaron libros y estatuas por inmorales y fulminaron avances en literatura y arte. Por ejemplo, las cruzadas fueron actos fanáticos e imperialistas que profundizaron en la disputa centenaria entre musulmanes y cristianos, combatiendo ambos en nombre de Dios durante la Edad Media. Otros actos contemporáneos a éstas eran la Santa Inquisición, herramienta de supresión de la herejía.

En la actualidad algunos actos fanáticos se han podido ver bajo acciones de grupos de la religión islámica, como los atentados del 11 de septiembre de 2001, cometiendo daños hacia otros ciudadanos que difieren de sus creencias.

Generalmente se clasifica al fanático como una persona ignorante e ingenua, con un razonamiento apenas suficiente para justificar y defender sus creencias mediante la agresión o juzgando a los demás como herejes.

Psicológicamente el fanático presenta cuadros de monomanías y comportamientos obsesivos sin lugar a discusión amparándose en la veracidad inquebrantable de una sola verdad, los comportamientos repetitivos se convierten en su forma de vida; alabanzas, horarios de asistencias a congregación para repetir los mismos comportamientos dejando de lado la singularidad humana (“cada persona es como es”), este comportamiento obsesivo llega a cambiar sus vidas y a reemplazar apegos antiguos con nuevos (apegos religiosos) haciendo más complicado el tratamiento clínico – terapéutico por su renuencia a aceptar nuevos caminos que le conduzcan a otra realidad lejos de todo apego a congregaciones y seres «sobrenaturales».

El fanático no acepta consejos ni modificaciones lo cual hace extremadamente difícil su evolución y cambio de mentalidad. Esta mentalidad puede además haber sido reflejo de un núcleo social en el que se ha exaltado el deseo de suprimir a los que se oponen a sus creencias y modo de ver la vida.

Estos mayormente van más allá de lo debido, es el modo desproporcionado de entender y defender una causa el cual les lleva a un sentido de llevar a cabo una misión, los cuales son capaces de recurrir a todos los medios con tal de triunfar. Estos contienen una conciencia desmedida de su propia grandeza: el fanático se identifica con la causa que defiende, estos se alimentan del celo inquisitorial y actúa como fiscal o juez de la verdad.

El fanatismo religioso concretamente es la incapacidad para admitir el mundo en su diversidad y para aprender de los otros, generando una sociedad anclada en un tiempo y una forma fija de ver las cosas.

Se opone al movimiento que conduce a la realidad y por tanto no se puede ver cambios en ella, lo que no da posibilidad para el desarrollo de la vida y el descubrimiento de nuevas ideas.

Según el reverendo Baltazar Porras «No hay nada más bochornoso que “convivir” con un fanático porque no hay manera de razonar y porque no deja espacio a las otras dimensiones de la vida. Todo se ve y valora bajo el prisma de la pasión fanática. No hay día sin una cadena en la que se exalta la guerra, el odio y la exclusión. No hay espacio para “el otro”. En lugar del diálogo o el encuentro se pone en primer lugar la confrontación, a ver quién puede más. Así nos estamos destruyendo física y espiritualmente, sin tregua para el trabajo creador o para la alegría serena. Nos volvemos talibanes, sin equilibrios, extremosos para todo. Esa fue la conducta de quienes irrumpieron el miércoles santo en la Basílica de Santa Teresa, pues no fueron a rezarle al Nazareno sino a vejarlo y a despreciar la fe de los presentes».

Hay otro tipo de fanático que cree ciegamente en el destino, lo cual le conduce a una concepción fatalista de la vida. Este tipo de fanático tiende a no responsabilizarse de sus actos porque «lo que ha de ser será» y generalmente delega la resolución de sus problemas a Dios. Si pierde su trabajo se encomienda a Dios: «Diosito tu sabes lo que haces»  y se queda esperando en su casa. Si es estudiante y debe rendir un test para el cual no estudió: «Diosito no pude estudiar pero con tu ayuda saldremos adelante», es decir que si lo aplazan también lo hacen con Dios».

Es probable que Dios en alguna ocasión haya pensado en pintarle una paloma blanca, pero luego reflexionó y se dijo que podría interpretarlo como el Espíritu Santo y se le refuerza la actitud cómoda. El problema es que el fanático considera que esta situaciones le corresponde resolverlas a Dios y no a él, y por supuesto que Dios no tiene la opción de decir «Dios mío y ahora que hago»

Fanatismo político

En los últimos tiempos el mundo parece estar cada vez más polarizado, cada día que pasa el fanatismo político se propaga por todas las naciones del mundo como si se tratase de una de las peores pandemias que ha azotado a la Tierra.

El fanatismo político es una variante muy similar en la estructura propia del fanático, pero en este caso es en el partido (generalmente bajo la figura de un líder carismático) donde encuentra el sentido total y absoluto de su vida, donde se toma la causa como propia y la sostienen hasta las últimas consecuencias.

El fanático político defiende con tenacidad y vehemencia sus opiniones y creencias, defiende su propia verdad, su efímero poder. Su capacidad de razonamiento es escasa por eso es presa fácil de caudillos y politiqueros, defiende tesis falsas, es iracundo e irascible, su capacidad de reacción es violenta e irracional, el fanático cree saberlo todo, se siente portador del poder divino para resolver problemas, sancionar o castigar. El fanatismo es patrimonio de sistemas autoritarios y dictatoriales donde el chantaje, la represión y el miedo son utilizados para someter a la gente. Quienes no pueden acomodar sus ideas al fanatismo son considerados enemigos y exponen su estabilidad psíquica, física y social a serios peligros que pueden terminar en la tortura, la cárcel o la muerte.

En psicología a los fanáticos políticos se los ubican en el grupo de las personas inseguras que tratan de compensar sus sentimientos de inferioridad por la fuerza, el chantaje o la mentira, su escasa capacidad de razonamiento no les permite pensar, generar ideas ni respuestas, requieren de incondicionales para a través de un discurso ofensivo-burlesco y populista desviar la atención del fracaso, esto se puede apreciar en el desarrollo del último proceso electoral que ha generado grandes problemas de credibilidad. Jacinto Benavente, Dramaturgo Español dice: “El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca”. Señores del Consejo Nacional Electoral, ustedes tienen la palabra.

La falta de racionalidad puede llegar a tal extremo que, por el fanatismo, una persona mate a otra. Cuando el fanatismo llega al poder político, suele desarrollar todo un sistema para la imposición de sus creencias, castigando a los opositores con la cárcel o incluso la muerte.

Cuando nos encerramos en el fanatismo, olvidamos algo fundamental para el crecimiento personal y el progreso social: tener cerca a alguien que piensa distinto o en contra de lo que pienso, me enriquece, hace crecer y me obliga a pensar. Convivir con la diferencia nos obliga a repensarnos, a revisar nuestras convicciones, a pensar críticamente, a salir de nuestra comodidad, a ver con otros ojos la misma realidad.

Cuando pensamos que los demás, por la simple razón de pertenecer a otro partido político o a otra religión que no sea la mía, no tienen nada para aportarme, no dicen nunca la verdad, no tienen nunca razones que deban ser escuchadas, son siempre “sospechosos”, estamos ante la demonización del otro. Solo a través del diálogo y la comprensión del diferente podemos crecer como personas capaces de pensar libremente y de escuchar realmente a los demás.

La implicación recíproca entre autoritarismo y fanatismo agravia al pensamiento autónomo y ataca la democracia pero el fanático que se cuenta entre sus filas se motiva en el desistimiento de la posición deseada. Aunque el fanático alegue la búsqueda de la verdad, el amor al semejante o la consecución de un fin universal, sólo estará renunciando a su deseo.

Se ha vuelto muy común escuchar una y otra vez el término «fanático», sin embargo éste abarca más allá de la admiración y el respeto por una persona, partido político o religión. El fanatismo es totalmente extremista, se manifiesta a través del frenesí con el cual una persona o varias defienden sus creencias: culturales, religiosas, políticas, ideológicas, etc. En este sentido, podría decirse que el fanatismo posee varios apellidos. En este caso hablaremos sobre el fanatismo político.

El fanatismo político es uno de los principales problemas que afronta la sociedad, ha sido la causa de diversas guerras, enfrentamientos, disputas y masacres a lo largo de la historia de la humanidad. El fanático político se caracteriza por aislarse en sus propias posiciones y creencias, no existe la posibilidad alguna de que éstos vean algún inconveniente en sus convicciones. En la mayoría de los casos estas personas son inducidas a este tipo de fanatismo por un líder político.

La miopía gerencial en los cargos directivos

Cuando se tiene que liderar equipos o gobernar una institución, un peligro creciente es la estrechez mental que excluye la crítica externa, que no escucha a los que piensan distinto, que evita el disenso de todas las formas posibles, aunque venga de colaboradores y amigos que ofrecen su ayuda.

Cuando nos toca dirigir en una organización convivimos con muchos puntos ciegos que nos impiden ver la realidad y nos obstaculizan una lúcida toma de decisiones, haciendo que cualquier gestión se vea perjudicada en su eficiencia. Y es que cuando nos escuchamos solo a nosotros mismos y nos rodeamos de los que nos dicen a todo que “sí”, no nos cuestionan nada y se vuelven una prolongación de nosotros mismos, se atrofia la visión y se pierde la posibilidad de crecer.

La miopía gerencial en las instituciones se manifiesta cuando los que tienen que gobernar se rodean de los que los adulan y aprueban, alejándose de cualquier posibilidad de autocrítica, esquivando a todos los que puedan cuestionar el modo en que se hacen las cosas. A los “críticos” se les discrimina y se les trata de “neutralizar”, calificándolos como desleales o “infiltrados”, aunque sean los únicos que nos ayuden a pensar con mayor lucidez.

Progresivamente se pierde la perspectiva, y si en el peor de los casos, quien manda tiene baja autoestima, no soportara ninguna clase de sugerencias, salvo que confirmen sus propias ideas y obsesiones.

La dependencia económica es un factor que también fomenta esta miopía de quienes dirigen. Cuando los ingresos dependen de no hacer enojar al jefe, no se dirá lo que se piensa. Un ejemplo de ello puede verse en asesores políticos u organizacionales. Existen muy buenos equipos consultores, pero no siempre son independientes. ¿Cuántas veces quienes asesoran se limitan a aspectos técnicos sin cuestionar la visión de quien le contrata? Porque difícilmente uno escuchará asesores que le digan que está equivocado. Y es que escuchar todas las críticas supone cuestionar el propio desempeño y la propia visión.

El gran peligro de un liderazgo con esta miopía es que la organización que dirige se vuelve un anexo de su propio ego y no podrá ver más allá de sí mismo, creyendo que ha sido eficaz solo porque ha realizado sus propios caprichos sin ninguna demora.

«El fanatismo político es una de las más peligrosas patologías que degeneran, debilitan, traumatizan, y llegan a dar muerte a la convivencia civilizada de la sociedad. El individuo y los grupos que se mueven por el impulso fanático constituyen una amenaza directa para la sociedad porque siguen a su líder político, a veces carismático, sin evaluar la ética y la eficacia de las acciones que realiza; incluso algunos políticos llegan a ser hasta idolatrados por los incautos seguidores contagiados del virus». Luis Antonio Quizhpe

Antídotos contra el fanatismo

Una de las cosas que pueden encontrarse en las actitudes fanáticas es la falta de alegría y de sentido del humor con los propios proyectos. Por ello el primer antídoto contra el fanatismo es el humor. Es muy sano para no vivir siempre enojado porque existen otros que piensan distinto. El humor nos ayuda a reírnos de nosotros mismos, a relativizar cosas que deben matizarse, y a vernos con una mirada más amplia.

Un segundo antídoto es aceptar al otro tal como es, sin querer que sea distinto ni que piense distinto, sino dejándolo ser, nos hace salir del propio hermetismo ideológico en el que muchas veces podemos vivir cómodamente. Aceptar al otro nos devuelve la paz que hemos perdido por no aceptar la realidad tal como es, y nos enriquece.

Aprender de los grandes maestros de la espiritualidad, porque los hombres y mujeres de todos los tiempos que marcaron el progreso filosófico, espiritual y cultural de la humanidad, fueron comprensivos y receptivos a escuchar lo distinto, dialogaban con todos sin excluir a nadie y estuvieron siempre dispuestos a repensarlo todo, sin miedo a equivocarse, sino conscientes que es necesario salir del propio ego para encontrarse realmente con el otro. Y es que quien está dispuesto a aprender, está dispuesto a escuchar y a cambiar

 

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Fanatismo

21 respuestas a «El Fanatismo»

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