El autor, Edmundo Pimentel, es estadístico, magíster en análisis de datos, profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela, investigador en el área social y consultor de empresas.
La Infodemia del COVID19
La Teoría de la Comunicación estudia la capacidad que tienen algunos seres vivos de relacionarse con otros mediante el intercambio de información. Pretende explicar cómo los seres humanos pueden controlar su entorno mediante el recurso a la información e indica que las organizaciones deben designar a una persona para que durante las crisis, sea su único vocero.
La pandemia del COVID 19 ha copado todos los espacios de nuestra vida, en forma inusitada, acaparando conversaciones, debates, mensajes institucionales, titulares de prensa, advertencias en redes sociales y hasta bromas de dudoso gusto.
El mundo está conmovido y profundamente afectado ante lo atípico, inesperado e incierto de la situación ocasionada por la pandemia del COVID19, así como ante lo impredecible de los alcances económicos y sociales que esta crisis sanitaria generará. Según la ONG World Vision podría revertir 30 años de progreso en la reducción de la pobreza. La falta de certeza en la información a nivel mundial y los potenciales efectos mortales de este virus que ya alcanzó el estatus de pandemia, dispararon los temores y, por momentos, el pánico, así como la psicosis en la sociedad mundial.
Mientras que los científicos de todo el mundo se esfuerzan por encontrar una vacuna para el coronavirus, la ‘pandemia’ de desinformación que amenaza a nuestro planeta se vuelve más peligrosa que el mismo COVID-19. La ansiedad y la depresión causadas por pensamientos inducidos por el miedo a ser infectado, son cada vez más amenazantes para las personas. Los escenarios de desastres causados por la ignorancia y la creciente incertidumbre elevan el nivel de temor.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) acuñó el término infodemia, propuesto por el canadiense Gunther Eysenbach, para describir la propagación de la desinformación sobre el virus, que dificulta que la gente encuentre recursos fiables para obtener noticias ciertas a través de los medios tradicionales de comunicación, o en las redes sociales.
Uno de los efectos más nocivos del COVID-19 es la propagación virulenta de noticias falsas, ya sea por WeChat, WhatsApp, Facebook, Instagram, Twitter o Messenger, entre muchas otras redes. La desinformación se extiende de forma alarmante alrededor del mundo generando pánico, desinformando sistemáticamente a la población, produciendo desplomes en las bolsas de valores, al tiempo que los mitos y leyendas urbanas siguen creciendo.
El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, explicó recientemente que «Las mentiras flagrantes se extienden en Internet a un ritmo aterrador». Un análisis reciente encontró que más del 40% de las publicaciones sobre COVID-19, en una de las principales plataformas de redes sociales, fueron publicados por bots (programas automatizados disfrazados de personas).
Por otra parte, el coronavirus también ha paralizado el negocio de la publicidad, tanto digital como impresa. Y con ello el modelo de negocio de muchas editoriales, que se basa en la publicidad.
Según la Asociación Federal de Editores de Periódicos y Revistas (BDZV), «los ingresos por publicidad se están desplomando masivamente durante la crisis». Sin viajes, sin eventos, sin gastronomía, hay una parálisis total. En cambio, la desaparición de la prensa tradicional continúa y numerosas editoriales han introducido el trabajo a jornada reducida en vista de la pérdida de ingresos.
La transformación digital y la búsqueda desesperada de un modelo de negocio que funcione, ha sido un elemento constante en la planificación del sector de los medios de comunicación durante los últimos años. El esfuerzo financiero de los periódicos impresos es cada vez más costoso en vista de la disminución de la circulación y el aumento de los costos de impresión y distribución. Solo los medios de comunicación públicos se salvan de la crisis debido al modelo de cuota fija.
2. El Análisis de los Datos
Los datos estadísticos sobre la pandemia del COVID19, no son 100% confiables, en algunos países dependen de las cifras oficiales emitidas por sus gobiernos e incluso se cuestiona a la OMS por sus vínculos de dependencia con China. Por otra parte no se tiene control sobre el número de test realizados y esta data adolece del defecto que una persona que resultó sana al día siguiente puede que no lo esté.
El dato duro y más confiable lo constituye el número de infestados que fallecen, aunque también en este caso se ha generado controversia al considerar a personas que adolecían de enfermedades previas y que no resistieron el efecto del virus.
Sobre la base del número de infestados que fallecen, se construyeron la mayoría de los modelos de pronóstico que permiten estimar el número de infestados según el nivel de deterioro de su salud.
Cuando los medios de comunicación publican el número de contagiados por países o entidades geográficas para comparar los niveles de expansión del virus, comenten un importante error porque esos datos no son comparables, debido a que el tamaño de la población en esas entidades no es homogéneo. Para estos propósitos se debe utilizar el indicador: número de contagiados por cada cien mil habitantes.